14/7/11

COOOOOCHE A LA VISTA

Hay recuerdos que serán eternos, imborrables por que nos han quedado marcados en el alma y nunca cicatrizan. Aparecen de pronto, me suele pasar cada cierto tiempo, llegan corriendo como si se tratase de una carrera para ver cual llega primero, por algo será. Total, la vida también es una gran carrera, vivimos corriendo todo el tiempo tratando de llegar a nuestras metas y cuando llegamos, otra vez empezamos a correr hacia otro destino.

Recuerdo la primera vez que mi primo Pocholo llegó de Lima a San Pedro de Lloc. No lo conocíamos, vivía en Lima, tenía 17 años, era el hijo mayor de mi tío Lucho Chirinos primo hermano de mi papá. Era diciembre de 1974 acababa de terminar la secundaria y le pidió a mi tío que le regalase un viaje al norte para conocer a la familia Chirinos y a su pueblito donde se comían las lagartijas, del que tanto le habló. Llegó un día sin avisar, todo bacán con el pelo largo de esos años, con su mochila, lentes Ray Ban, camisa floreada bien apretada, pantalón acampanado, macarios, correa ancha y un corazón inmenso.

Se presentó una mañana en la Joyería de mi papá acompañado de su amigo Rubén, con una carta escrita a mano en papel oficio con sello de agua que decía: “Querido primo Jorge, agradeceré tu amabilidad de recibir por unos días a mi hijo Alberto… tú ya sabes cómo son los muchachos, ta ta tá, ta ta tá… espero que yo también pronto pueda viajar con Olinda y toda la familia… Un fuerte abrazo. Tu primo Lucho”. Pocholo era su chapa, pero se llamaba Luis Alberto, soñaba con ser militar y de los buenos. Mi papá en ese momento lo llevó a nuestra casa de la calle Zepita y desde que llegó nos tratamos con mucho afecto, respeto y cariño, congeniando rápidamente con mis hermanas y en especial con mi hermano Jorge.

Y nos pasamos la mañana conversando de la familia, jugando damas chinas, conociéndonos poco a poco. Pero él venía en busca de acción, así que no se aguantó y preguntó ¿Qué hay para hacer o conocer acá en San Pedro? Mis hermanas no lo pensaron mucho y dijeron: ¡Primo, mañana es el quinceañero de Pilar Ventura!, ¡Vamos primito, es con los Yacos Boys! Alberto miró de reojo a su amigo, sonrió y sin mucho entusiasmo sólo atinó a decir ¡Que chévere! Mi hermano Jorge lo invitó para que después del almuerzo vayamos a jugar fútbol y después a montar caballos ¿Tienen caballos? Claro, mi tío tiene un montón, puedes escoger el que quieras y haremos carreras… ¡Mostro, qué bestial, muero por montar un potro, porque si ingreso a la Escuela Militar quiero ser de Caballería! Y fue entonces que yo también metí mi cuchara para no quedarme atrás ¡Primo, el domingo vamos a ver la Carrera de autos! ¿Carrera? ¿Dónde? En la Panamericana ¿Di?, con mis amigos vamos a ir a verlos cuando pasan por la curva de El Hornito ¿Di?… ¡Bacanazo, iremos a ver la carrera! Entonces, sin imaginarlo, mi primo tenía un programa de lujo para el fin de semana, muy atractivo para limeños recién llegados, pero ni se imaginaban lo que les esperaba vivir en tierras sampedranas.

¿Qué has cocinado tía Enma?... -¡Caldo de mondongo, Suco guisado y Cebiche de tollo seco! ¿Les gusta? Tendrían que haber visto las caras que pusieron, ja, ja, ja,…¡en su vida habían comido eso! (Ellos hubieran preferido un bisteck, una milanesa o un spaghetti). Mi mamá comenzó a servir el rico caldo de mondongo a uno por uno, imagínense nosotros somos trece hermanos nomás, más mi papá, más mi mamá y más los dos invitados, tremenda mesa que se armó. De pronto pasó algo inesperado, mi hermano Lucho de nueve años comenzó a llorar… ¿Qué te pasa? Y en toda su inocencia decía ¡Yo no quiero esta sopa… a mi no me gusta el caldo de pichu…! ja, ja, ja,… todos nos sonrojamos y no pudimos contener la risa… ¡Toma el caldo, aquí todos comen lo que se sirve y punto!... Era una escena de película, los invitados cabeza gacha y mirando al plato se tomaron todo el caldo y de un solo tiro sin respirar ja ja ja. Ahí nomás, sirvieron el sudado y los limeños descubrieron aliviados que Suco era el nombre de un pescado delicioso y que el Cebiche de tollo seco estaba en su punto, devorándoselo en un dos por tres -¿Sobrino, que tal estuvo el cebiche? preguntó mi papá. -¡Muy bueno tío! ¡Te pasaste tía, todo muy agradable! ¿Y de donde traen este tollo? -¡De los arenales! -¿De dónde? -Son tollos sampedranos que viven en los arenales y se alimentan de algarroba ¿Di?… ja, ja, ja,… recién Pocholo y el chato Rubén se miraron las caras incrédulos, dándose cuenta que acababan de bautizarse como sampedranos comiendo el auténtico cebiche de cañán. -¡Pucha, no puedo creerlo, que rico, hemos comido lagartijas!, ¡No me van a creer en Lima!... ¿Y no pasa nada? -No, sólo que ahora vas a trepar las paredes con más facilidad… ja, ja, ja,…

Después de una corta siesta, teníamos que cumplir con el programa ofrecido. ¡Primo vamos a jugar al Mansiche! Y el buen Pocholo corrió a cambiarse saliendo vestido de pies a cabeza como todo un futbolista profesional ¡Listos, nos vamos! -¿Primo, está lejos el Mansiche? -¡No, queda acá atrás nomás! Salimos hacia la calle del barrio y allí nos encontramos con todos los patas que jugarían esa tarde, allí estaban los Espinoza, los Lara, los Tapia, los Quispe, Liberato, Joché Gálvez y el chino Manuel… ¿Quién falta? ¡Falta Jackson! Mi primo volteó y preguntó ¿Quién es Jackson? Mi vecino, le dije con naturalidad y él se quedó pensando o imaginando que Jackson sería un gringo de dos metros, pecoso, con barba y ojos azules. ¡Oigan, llamen a Jackson! Y se nos ocurrió mandar a Pocholo para que toque la puerta del jugadorazo y pregunte por él. ¡Buenas tardes señora! ¿Puede llamar a Jackson? ¿A Quién? ¡Carajo aquí no vive ningún Jackson, mi hermano se llama Oscar García! Mientras todos nos matábamos de risa, mi primo avergonzado y sonrojado se disculpaba ¿Disculpe, puede llamar a Oscar? La vecina se dio media vuelta y caminando por su oscuro callejón gritó ¡Jackson te llaman!!! ja, ja, ja,… Adió, cuando salió Jackson, para sorpresa de mi primo, no era ni la sombra de lo que lo había imaginado, sino un chato flaco, chueco, despeinado, ojeroso y sin gracia ¡Esa huevada es Jackson! dijo mi primo riéndose sin parar, ja, ja, ja,… Entonces caminamos hacia la cancha que quedaba atrás del barrio por el camal y Pocholo volvió a preguntar ¿Por acá se va al Mansiche? Sí, de acá a dos cuadras. Mi primo no imaginó que la cancha de tierra donde jugábamos tenía el mismo nombre del famoso estadio trujillano y mucho menos que era un verdadero potrero o una chacra abandonada improvisada como cancha de fútbol, llena de charcos de barro, donde corría un viento endemoniado levantando nubes de polvo. Esa tarde mi primo debutó en canchas sampedranas y terminó hecho una desgracia, con su uniforme embarrado, varios golpes y raspetones, pero se dio el gusto de haber jugado en el bravo Mansiche con la mancha del Alianza Zepita. Fútbol macho le dicen.

Por la noche jugamos cartas, sieteymedio, ocholocos, nadie sabe para quién trabaja, golpeado, nervioso, veintiuno, tallita con apuesta y nos acabamos todas las cocadas de mi mamá ¿Has escuchado a los Pasteles Verdes? -No. ¿Y a los Rumbaney? -Menos. ¡Adió, primo, tas quedao, tas fuera de onda! Voy a prender el tocadisco dijo mi hermana Malena y escuchamos veinte mil veces “Recuerdos de una noche”, “El reloj” y “Llora corazón” hasta que se rompió la aguja. A la mañana siguiente cumpliendo con lo pactado ¡Vamos a montar a caballo! ¡Vamos!!! Y fuimos hacia atrás del estadio a un corral por Los Cocos cerca de la huerta de Don Andrés Tapia, mi hermano Jorge y yo agarramos un caballo cada uno y otro para mi primo, montados a pelo nomás y nos fuimos cabalgando felices por los callejones hacia la Pichirura. Pocholo no ocultaba su alegría, no cabía en su pellejo tanta felicidad, le brillaban los ojos y saltaba emocionado con el trote de la yegua alazana que le había tocado ¡Primo, parece que estamos en el Gran Chaparral! Y como verdaderos chalanes, enrumbamos hacia el camino a Santa Elena y los tres nos fuimos haciendo carreras a todo galope y la verdad es que mi primo lo hacía bien, parecía que había montado toda su vida. En una acequia paramos a descansar, recogimos por allí un par de guanábanas, unos cuantos choclos, mucha yunya y nos dimos la vuelta en los caballos conversando a trote lento y comiendo unas dulces cansabocas. -Mira primo, le dijo Jorge, cuando lleguemos al corral, si alguien te dice algo por los caballos, tú nomás le dices que mi tío Don Bola nos ha prestado ¿Así se llama? -No, pero así le dicen al tío ¿Di? Ya estábamos llegando cuando de pronto vimos que alguien venía a caballo corriendo atrás de nosotros. Jorge y yo imaginando lo que vendría, saltamos del caballo nos metimos por las chacras y no paramos de correr hasta la casa. Mi primo sin darse cuenta de lo que pasaba, volteó a buscarnos, mientras el jinete desconocido lo arrinconaba y le gritaba ¡Bájate mierda! ¿Quién eres? ¿Quién chucha les ha dicho que agarren los caballos? -¡Mi tío Don Bola! afirmó mi primo con mucha seguridad. -¡Yo soy el dueño carajo y nadie me dice Don Bola so jijunagranputaaa! ¡Bájate so mierda!!! Y zúacate!!! ja ja ja. Pocholo llegó corriendo tras nuestros pasos, asustado, sudoroso y matándose de risa ¡Puta, bien bravo resultó el tío Don Bola! ¡Qué pendejos son ustedes! ja, ja, ja,…

Y esa misma noche era el quinceañero, Malena, Pilar y Beatriz, (mis hermanas), estaban en todos los ajetreos, poniéndose ruleros, probándose los vestidos y los zapatos mirándose en el gran espejo del ropero. Y en una cama, rodeado por nosotros, Pocholo tirado boca abajo, con una escaldada de la patada que tratábamos de calmarla con yantén, hojas de malva, chuño y cuanta cosa servía para eso. ¡Tómate esta hierbaluisa caliente! Le dijo mi mamá. ¡Ummm, gracias tiíta está buenaza! ¿Acá siembran hierbaluisa? ¡Como cancha! ¿Di? Respondió al toque Jorge. -¡Que bacán, me gustaría llevar, a mi mamá le encanta! -Ya pues mañana vemos. ¡Cámbiate primo que ya nos vamos! Y Pocholo muy obediente pero con mucha dificultad se puso su terno celeste eléctrico con pantalón campana y botas de taco perilla. Un poco de glostora y listos para el tono. Antes de que salgan, jalándole el brazo le recordé todo cargoso ¡Primo, mañana nos vamos temprano a ver la carrera! ¿Di? Claro, claro, dijo Pocholo. En ese momento llegó mi primo Richard Tapia desde Chimbote también invitado para la ocasión, la cosa pintaba bien, la celebración sería a todo dar, todo el barrio estaba invitado y era con los Yacos Boys de Pacasmayo que entonces causaban furor. Todos salieron del dormitorio con sus mejores fachas hacia la sala donde estaba mi papá sentado leyendo un viejo Condorito. Las señoritas Chirinos estaban bien al cuete estrenando tacos, luciendo sus radiantes y coloridas maxifaldas. ¡Papi, nos vamos con mis primos a la fiesta de Pilar! -¿A dónde? -¡Al quinceañero! -Y sin mirar a nadie les dijo: ¿Y a quien han pedido permiso? Pero papá, caramba, no seas así, vamos a ir todos, con Jorge, Pocholo y Richard… también van a ir la Rosmery, las Pichichis… ¡Nadie va a ningún sitio! ¡Y se me acuestan ahorita que voy a apagar la luz!!! Pero papáaaaaa… y nada se pudo hacer, enmudeció la casa para llenarse de caras largas, amargura y desencanto… vinieron los murmullos, llantos, rabietas y mi papá apagó la luz. No había chance a discutir ni reclamar. Se dijo y se hizo. Mis pobres hermanas lloraban desconsoladas de impotencia en su cama y mi mamá junto a ellas. La ilusión adolescente había terminado, pero la fiesta que recién empezaba estaba a solo una cuadra; las canciones de Katunga, Los Mirlos y Los Latin Brothers, sonaban en toda la casa y entre canción y canción se escuchaban los suspiros y llantos contenidos de mis hermanas y también los ronquidos de mi padre.

¡Primo! ¡Primo! Los coches ya están por Chiclayo -¿Qué coches? -¡La carrera ya está llegando a Chiclayo! ¡Arnaldo Alvarado va a la punta! -Ya, ya primo ahorita me levanto, estoy hasta el perno, puta me duele todo, tengo una llaga en el poto ja ja ja. Eran las nueve de la mañana del domingo, el día estaba soleado, nos tomamos el quáker al vuelo y salimos impacientes para encontrarnos con la collera del barrio e ir a ver la carrera. Una pequeña radio a pilas transmitía la Gran Carrera Nor Peruana en la voz de Oscar Artacho: “Coooooocheee a la vista….cooooocheee a la vista… pasa raudamente el gran Arnaldo Alvarado en su potente Ford 48 a ciento ochenta kilómetros por hora, el rey de las curvas lidera la competencia CASTROL GTX, seguido de cerca por el Zorro Yangali en su Mustang 350… ” Mientras, el grupo de improvisados aficionados avanzaba a paso acelerado por los arenales rumbo a Santa Lucía, mi primo Pocholo venía rezagado caminando con dificultad con las piernas abiertas para que no le molestara el roce del pantalón. Regresé para acompañarlo y chamullarle un poco de la carrera ¡Manya primo, por acá van a pasar Jano Montoya, Luchón Alayza y Coco Corbetto…! Y en eso estábamos, cuando por la radio escuchamos lo esperado por tanto tiempo “Rugen los motores, coooocheee a la vista… el primer corredor de la categoría Turismo Mejorado hace su ingreso al Puerto de Pacasmayo y muy cerca, casi pegaditos, se divisan uno, dos, tres y hasta cinco coches a toda velocidad…” ¡Corre primo, corre!!!... ¡Ya están en Pacasmayo! Y los veintitantos muchachos del barrio corrimos emocionados hacia lo más alto del arenal de Santa Lucía que se encuentra al lado de la Panamericana, buscando la mejor ubicación en el que sería nuestro palco preferencial para ver la esperada competencia. En el lugar ya había mucha gente, busqué un algarrobo y me subí allí para ver mejor. A lo lejos, el fuerte ruido de los motores se empezó a sentir rumm, ruuummm, rummmmmm!!!… entonces vimos desde allí que a lo lejos en la recta de la Fábrica de Cementos aparecía a toda velocidad el primer corredor… ¡Coooocheeee a la vista…! Rumm, rummm, rummmmmm… ¡Era increíble! en sólo un instante ya estaba en las curvas de El Hornito, el campeón dobló a la izquierda, dobló a la derecha y aceleró runmmmmmmmm!!!… pasando como un rayo de color rojo a solo cien metros frente a nosotros en medio de una densa polvareda y una bulla infernal ¡Bravooooooo! ¡Yeahhhhhhh! El ruido de los motores era ensordecedor, la adrenalina fluía al máximo, las llantas chillaban en el asfalto y nosotros gritábamos de felicidad. Rumn, rummmm, rummmmmmm!!!… y pasó el pelotón de cinco o seis autos que seguían y pugnaban por alcanzar al primero. Y ahí nomás otro rumm, rummmm!!!… y pasó el segundo y último pelotón de autos. -Pucha ¿Y mi primo? Bajé del árbol, fui a buscarlo entre la gente y lo encontré que recién llegaba cansado a la cima del arenal -¿Dónde estabas? ¿Y primo, qué tal carrera? -¡Huevón, no he visto ni mierda! ¡Recién estoy llegando! Me dijo muy molesto. -Y apenado le comenté despacito, pucha primo la carrera ya terminó. -¡Oye so huevón, he caminado escaldado como cojudo toda una hora para ver la carrera y me dices que ya terminó!!! Yo no tenía la culpa, era muy tarde para entender que Pocholo esperaba ver una o dos horas de competencia como en Lima, ja, ja, ja,… Tras las risas culposas y sin darme cuenta la radio seguía encendida en mi bolsillo “Los corredores han pasado San Pedro de Lloc batiendo el récord de…” ¡Apaga esa cojudez! Me dijo Pocholo con voz militar. Lo apagué y mudos los dos regresamos a casa.

Desilusionado y adolorido Pocholo se echó a descansar. Más yantén, rodajas de tomate y paños calientes para sus nalgas escaldadas que ahora además estaban llenas de arena. Era la tarde del domingo y la aventura norteña llegaba a su fin para los visitantes limeños, esa noche regresaban a Lima y comenzaron a alistar su mochila y maletines. -¡Tía, quiero llevar un poco de hierbaluisa! -Claro hijo, anda con Jorge a la huerta para que corten lo que quieras. Y mi hermano Jorge bien acomedido lo llevó hacia una chacra llena de mala hierba conocida como rabo de zorro y le dijo señalando el horizonte -¡Primo, corta todo lo que quieras! -Asombrado Pocholo respondió ¿Todo esto es hierbaluisa? -¡Y de la buena! ¿Di? Le dijo Jorge, haciéndole oler una hoja de la verdadera hierbaluisa que había llevado escondida en su bolsillo. Entonces Pocholo se echó a cortar entusiasmado, armó dos grandes tercios que llevó orgulloso en sus hombros hasta la casa y los guardó en su maletín sin saber lo que estaba llevando. (Para hacer un poco de espacio me regaló un pantalón blanco y sus macarios nuevecitos). Esa noche, después de haber conocido al pueblo de su padre, a la familia sampedrana y a los pendejos de sus primos; el gran Pocholo regresó con Rubén a la capital en la Perú Express, cargado de anécdotas, ilusiones, dos tercios de rabo de zorro y bien escaldado, pero feliz -¡Chau, caldo de pichón! Le gritó a mi hermano desde la ventana del ómnibus para desquitarse con cachita de todo lo sucedido, ja, ja, ja,… y con esa chapa lo bautizó para siempre ¡Nos vemos, caldo de pichón! ja, ja, ja,… Les cuento que con mi primo Luis Alberto Chirinos Fernández hemos vivido mil aventuras que sería muy largo de contar, pero él con gran esfuerzo logró su sueño, hoy es un respetado Coronel EP del Arma de Caballería, para admiración de los Chirinos y toda la familia. Gracias a él, cada año en setiembre, desfilo al frente de la Promoción Razurina 1976 luciendo el glorioso uniforme de oficial de los Húsares de Junín que generosamente me ha obsequiado y que conservo con orgullo junto a los divertidos y hermosos recuerdos que con alegría viven en el corazón de mi memoria. ( fchirinosp@yahoo.com ).

1 comentario:

betty dijo...

muy divertido..si que los sanpedranos son muy ingeniosos..y los limeños a veces ingenuos.