TIEMPOS FELICES
Es la Fiesta de San Pedro de Lloc y este año no estaré allí. No importa, para eso están los sueños, por un instante podemos echar a volar nuestra imaginación y traer de la memoria un pasaje de esos tiempos pasados de felicidad. Recuerdo las festividades en mi pueblo como si fuera ayer. Eran los años setenta y estaba próxima la fiesta sampedrana. Una semana antes recibimos en casa el telegrama que avisaba la llegada de Lima de mi tío Alejandro y mi tía Yolanda con todos mis primos en la Nor Andino. Qué felicidad, era una semana sin dormir esperando con ansias que llegara ese día y levantarse a la seis de la mañana para recibirlos en la Plaza de Armas, el viejo ómnibus se estacionaba y comenzaban a bajar los pasajeros uno por uno y se armaba un concierto de bienvenida con inmensos abrazos, besos y lágrimas de emoción familiar. Vamos a casa contando las últimas novedades, cargando como 20 maletas en un triciclo, y de frente al desayuno que nos espera con marraquetas, pan de yema de la Panadería Mora y un Frito calientito hecho en casa…si hasta siento el olor, acompañado del inconfundible café pasado o de la riquísima leche fresca servida en jarro con su tremenda nata…y si allí hubiera estado Gastón diría… uhmmmm.
Mis primos tenían dinero, en esos tiempos tener dinero significaba poder comprar una fuente de papitas rellenas de Doña Agustina, frunas o sublimes en la tienda de mi tía Juanita y figuritas en Doña Jacinta, era lo máximo. Tener dinero no era vestir con ropa de marca, tener celular, iPod o 4x4 como ahora. Con mis primos de Lima llegaba la alegría y también la propina, suficiente para comprar el mejor trompo del barrio pintado de esmalte y con punta machete, los más ricos marcianos de fruta, unas mentas con maní de Don Rubén y todas las pastitas con sabor a toffee que vendía mi Mamá.
Entonces, ese día el sol salía más fuerte que nunca y venían los planes para ir a caminar por las huertas del campo, en patota, primos, amigos, todos juntos. Pero había un pequeño problema para los visitantes, - ¿Mamita, nos das permiso para ir con mis primos a La Pampa? - ¡Recién llegan y ya quieren largarse! - ¡Por favor mamita, no seas malita, vamos con mis primos!... un silencio total y prolongado invadía la vieja casona de mi abuelo Federico donde se hospedaba la familia…hasta que por fin… ¡Pero vienen temprano!, ¡Pobre de ustedes que no lleguen antes del almuerzo!... mientras mi tía terminaba de dar el permiso, todos escuchábamos sus últimos sermones ya por el Puente Balta, era una sola carrera acompañada de risas, bromas y burlas…¡el último en llegar es un burro!... ¡chepi!... ¡chepi!... ¡así no vale!, ja ja ja. Era la más sana y pura diversión, nada parecido a lo que sucede ahora con los chicos que van solos a una cabina de internet de medio metro durante horas o a encerrarse en un dormitorio jugando play station.
Mis primos eran gorditos, verlos subir el Arenal del Pato era un espectáculo único, el sol los ponía chaposos a los limeñitos que llegaban bien blanquiñosos, pero ellos y nosotros felices, podíamos correr sin parar hasta que se nos salga el corazón, lo importante era que estábamos juntos otra vez. En el camino no faltaba un burro para montarlo, una huerta para “robar” frutas y era el momento esperado para divertirse en los arenales y en los algarrobales sampedranos. Se jugaba al Mata Gente y a las Escondidas, era espectacular, a una voz, todos corrían a buscar su escondite, algunos tímidos lo hacían en pareja y si te tocaba con alguna prima mucho mejor… ¡Ven prima, métete aquí, yo atrás tuyo para que no te vean!.. jajaja… ¡Ampay!, ¡Ampay!, ¡Me salvo con todos mis compañeros, vivos o muertos!... qué tiempos, sólo eso bastaba para ser felices, nada más, y así podíamos seguir toda la mañana. Nada de Nintendo, Wii, Xbox, ni cojudeces. Claro que no llegábamos a La Pampa, en el arenal nomás se acababa la mañana, damos la vuelta por el Puente Varas y moría el permiso que nos habían dado, recordando en ese momento las sabias palabras de mamá… ¡Pobre que te demores…te rompo el cincho en el lomo y me desgracio contigo!... (En ese tiempo no existía la Demuna y pobre que te quejes, más golpe carajo, jajaja).
De regreso, todos a bañarse en la acequia y en calzoncillos. Y a jugar otro Mata Gente con la pelota, mismo waterpolo. Desde la rama de un gran árbol nos tirábamos al agua como tarzanes o vaqueros de la época en una juerga interminable hasta llegar agotados a la casa listos para almorzar. ¿Listos?..¡Todos a bañarse carajooooo!.. No había ducha, a sacar agua del pozo, con bomba manual, llenar los baldes y a bañarse con jabón de pepa y para el cabello sedoso unas gotas de limón y listo. Ni en sueños existía el jabón con fórmula exfoliante en base a coco, palta o algas, y mucho menos el shampoo triple acción super mejorada para cabello clásico, liso eterno o rizos hidratados… ¿Qué mierda es eso?... ¡Ven para hacerte la raya al costado!, ¡Levanta la cabeza!, ¡Mira al frente y échate un poco de aceitillo que ahorita llegan tus tíos!...jajaja, no dejo de reírme con sólo recordarlo. ¿Acaso eso no era lo más cercano a la felicidad?.
Para el almuerzo mi papá había matado un gran borrego que como siempre mi madre cocinaría con su sazón inconfundible, juro que aunque he tenido la fortuna de almorzar en los mejores restaurantes peruanos, jamás he vuelto a probar esos sabores inconfundibles de la cocina de mi mamá. De arranque humitas de choclo de la casa con su Sangresita, seguidas al toque de un generoso cebiche de toyo con su mococho, harto ají y camotes amarillos. En el intermedio una humeante raya ensarzada para picar y comenzar a girar con sus respectivas cervezas o chicha de jora, también de la casa, según las preferencias de los invitados. Nosotros los muchachos preferíamos ver tomar la chicha para observar el descorche que hacía mi tío Hércules que había llegado invitado (así se llamaba, era el tío más musculoso y cariñoso que hemos tenido. Él era mudo, pero se hacía entender mejor que nadie cuando nos decía: …aaaraaraaputaaaaaaaa!!!), entonces agarraba la botella con una mano y con el dedo pulgar hacía volar el corcho por los aires haciéndonos creer que abría la botella con un ojo y para admiración de nosotros comenzaba con su repertorio de trucos con corchos, chapas, cucharas y servilletas, era único, lo recuerdo siempre con mucho cariño en mi corazón. Otro personaje invitado a estos reencuentros familiares era mi tío Lucho Barroso que no paraba de contarnos sus chistes colorados, unos más picantes que otros y hasta ahora, cada vez que lo veo me suelta el último de su repertorio.
Mientras tanto, el almuerzo continuaba en una mesa larguísima, alegre y entrañable. Y venía lo mejor, un auténtico seco de cordero, arroz graneado en plato hondo y frejoles con yucas.., ¡Por favor para mí con concolón!.., y se armaba la fiesta de los grandes. Un viejo y fiel pick up sonaba en toda la casa, un par de discos de la Sonora Matancera y Rulli Rendo tocaban toda la tarde, acompañados de una batería latosa que solo hacía una bulla de la patada. No sé por qué le llamaban Ritmo. El piso del comedor lucía brillante con el petróleo que se le pasaba y era el mejor escenario para que mi tía Betty y mi tío Alejandro sean los primeros en bailar al ritmo de la “Pollera Colorá”. Ahora pocos bailan espontáneamente en una reunión, para divertirse quieren DJs, con sonido electrónico y amenizarlas con bodrios como Tongo y La Tigresa del Oriente.
Y la cosa seguía, la tarde era nuestra, nos aprovechábamos del pánico, más propina de los tíos y corriendo hasta los Toldos que llegaban para la fiesta. A comer buñuelos, cocadas, chancaquitas, suspiros, alfeñiques y todo lo que se pueda ya que eso no se repetiría por lo menos hasta el verano. Nos ubicábamos al fondo del Toldo preferido para jugar, comer, apostar y escuchar música en la Rockola RCA que funcionaba con monedas. Un sol, una canción. Infaltables: B5 “Recuerdos de una noche” de Los Pasteles Verdes, A6 “Dale Duro” de Los Mencos, D7 “El último tren a Londres” de Electric Light Orchestra, K2 “Me dices que te vas” de Iván Cruz, M10 “Hola Soledad” de Rolando Laserie, R9 “Entre Rejas” de Lisandro Meza, C8: “Samba pa´ti” de Santana y muchas más, en todos los géneros. Eran placeres y cosas simples de la vida las que nos hacían tan felices. No se necesitaba seguridad, ni guachimanes ¿guachi…qué? o fortachones del 911, para los faltosos estaban mis patas los bronqueros, los verdaderos faites, un sólo silbido y aparecía sobre la mesa el Loco Kerosene, el Mocho Dante, o el Loco Alfredo, ¿Algún problema? y se arreglaba el asunto, aunque en algunos casos más bien se descomponía todo, jajaja.
¿En la noche vamos a bailar?... ¿A dónde?... ¡A la Piscina pues gafazos!... ¡Hoy toca el Sonido de los Hermanos!... y otra vez la pregunta: ¿Nos darán permiso? ¡Ya pues papito no seas malito!, ¡Por favor mamacita, venimos temprano, vamos a ir todos juntos, yo cuido a mis hermanas!… ¿Yo cuido? jajaja. ¡Ya está bien, pero vienen antes de las 12!... ¿Antes de las 12? Cómo me río solo. Quien lo hubiera imaginado, hoy mis hijos a las 12 recién están saliendo a la fiesta, y nada de ¿Papá por favor puedo ir?, eso ya no existe, ya fuiste, ahora sólo te dicen a secas ¡Pá, ya vengo!. Si le hubiera dicho eso a mi viejo, me volteaba la cara de un lapo. Pero que importaba eso, una vez en la fiesta, todo era felicidad, la mejor música, salsa dura de la buena y cumbia elegante, esperando con ansias que toquen la balada pegajosa para bailar con esa flaquita linda, abrazarla por un instante, sin apretar mucho, tocarla sin decirle nada (¡que babosazo!), oler su perfume Max Factor y suspirar, solo suspirar, con la esperanza de que algún día caerá. Entonces había que trabajar mucho, había que declararse, escribirle no sé cuántas cartas, pasar frente a su casa ocho mil veces, mirarla de lejos en la Plaza de Armas, buscar un o una alcahuete, mandarle regalitos y después de varias lunas y una copa de guinda, decirle a boca de jarro: ¡Sabes, quiero estar contigo!... escuchando casi inmediatamente como un susurro contenido ¡Yo también!... ¡Ya pues vamos atrás del Cine!. Era el fin del romanticismo, tanta vaina para eso, jajaja… Allí atrás del Cine Sevilla, escondidos en un viejo poste, llegaban los besos primariosos… jajaja… era el sitio más oscuro de la calle y no importaba que se sintiera un fuerte olor a pichi, porque la emoción de unos enamorados al paso y el aroma de ella eran más fuertes que todo. ¡Pero no le cuentes a nadie ah!... ¡Sino ya no me junto contigo!.. jajaja. Qué tiempos inolvidables.
La cosa era, que del baile todos regresaban felices con sus amores fugaces, en dos horas Cupido había trabajado como nunca. Mi primo había chapado con mi prima, mi prima se había enamorado del Zorro, mi otro primo había agarrado con la vecina, mi pata le había sacado plan a mi hermana, mi hermano se había levantado a La Pancha, y yo chape y chape atrás del cine… jajaja. Tanta palomillada junta que lo que más me da cólera no es haberlas cometido, sino el no poder repetirlas. Si, ya lo sé, por supuesto que la fiesta era mucho más que todo lo contado. Con increíbles fuegos artificiales, una inmensa procesión que llenaba las angostas calles, con coloridos carruseles, con el Circo Ringlyn, Gran Verbena con el Cholo Montenegro en el antiguo mercado y un partidazo entre el Unión y la Alianza en el Julio C. Brito. Eran los años maravillosos. Se vivía sin prisa, nada de disparates como estrés, anorexia, bulimia, liposucción, siliconas, rinoplastias, conducta bipolar, terapias sensoriales, tendencias depresivas, o incompatibilidad de caracteres, palabrejas inventadas sólo para hacer la vida más complicada de lo que es. ¿Qué será de nosotros después?
Y sin que la llamen llegaba la tristeza, mis primos y mis tíos volvían a Lima, con más abrazos, más besos, más gorditos, muchos tamalitos y muchas lágrimas… ¡Papito, no seas malito, un día más por favor!... seguido de unas rabietas de la pitrimitri. Casi cuarenta años después, aún tengo la esperanza que estos tiempos puedan volver., si no es en ésta tal vez en la otra vida. Pero ahora me doy cuenta que he aprendido que las cosas pequeñas y cotidianas son las que hacen la vida tan espectacular. Estoy seguro que mis recuerdos son muy parecidos a los de todo sampedrano, al fin y al cabo, la vida es un sueño, si te despiertas, cierra los ojos y vuelve a soñar. No es fácil encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que siento, pero es bueno saber que recordar viene del latín re-cordis: que significa volver a pasar por el corazón. Tal vez ahora no me vean en la Fiesta de San Pedro, pero ya saben que mi corazón por un momento estuvo allí. ( fchirinosp@yahoo.com ).
Mis primos tenían dinero, en esos tiempos tener dinero significaba poder comprar una fuente de papitas rellenas de Doña Agustina, frunas o sublimes en la tienda de mi tía Juanita y figuritas en Doña Jacinta, era lo máximo. Tener dinero no era vestir con ropa de marca, tener celular, iPod o 4x4 como ahora. Con mis primos de Lima llegaba la alegría y también la propina, suficiente para comprar el mejor trompo del barrio pintado de esmalte y con punta machete, los más ricos marcianos de fruta, unas mentas con maní de Don Rubén y todas las pastitas con sabor a toffee que vendía mi Mamá.
Entonces, ese día el sol salía más fuerte que nunca y venían los planes para ir a caminar por las huertas del campo, en patota, primos, amigos, todos juntos. Pero había un pequeño problema para los visitantes, - ¿Mamita, nos das permiso para ir con mis primos a La Pampa? - ¡Recién llegan y ya quieren largarse! - ¡Por favor mamita, no seas malita, vamos con mis primos!... un silencio total y prolongado invadía la vieja casona de mi abuelo Federico donde se hospedaba la familia…hasta que por fin… ¡Pero vienen temprano!, ¡Pobre de ustedes que no lleguen antes del almuerzo!... mientras mi tía terminaba de dar el permiso, todos escuchábamos sus últimos sermones ya por el Puente Balta, era una sola carrera acompañada de risas, bromas y burlas…¡el último en llegar es un burro!... ¡chepi!... ¡chepi!... ¡así no vale!, ja ja ja. Era la más sana y pura diversión, nada parecido a lo que sucede ahora con los chicos que van solos a una cabina de internet de medio metro durante horas o a encerrarse en un dormitorio jugando play station.
Mis primos eran gorditos, verlos subir el Arenal del Pato era un espectáculo único, el sol los ponía chaposos a los limeñitos que llegaban bien blanquiñosos, pero ellos y nosotros felices, podíamos correr sin parar hasta que se nos salga el corazón, lo importante era que estábamos juntos otra vez. En el camino no faltaba un burro para montarlo, una huerta para “robar” frutas y era el momento esperado para divertirse en los arenales y en los algarrobales sampedranos. Se jugaba al Mata Gente y a las Escondidas, era espectacular, a una voz, todos corrían a buscar su escondite, algunos tímidos lo hacían en pareja y si te tocaba con alguna prima mucho mejor… ¡Ven prima, métete aquí, yo atrás tuyo para que no te vean!.. jajaja… ¡Ampay!, ¡Ampay!, ¡Me salvo con todos mis compañeros, vivos o muertos!... qué tiempos, sólo eso bastaba para ser felices, nada más, y así podíamos seguir toda la mañana. Nada de Nintendo, Wii, Xbox, ni cojudeces. Claro que no llegábamos a La Pampa, en el arenal nomás se acababa la mañana, damos la vuelta por el Puente Varas y moría el permiso que nos habían dado, recordando en ese momento las sabias palabras de mamá… ¡Pobre que te demores…te rompo el cincho en el lomo y me desgracio contigo!... (En ese tiempo no existía la Demuna y pobre que te quejes, más golpe carajo, jajaja).
De regreso, todos a bañarse en la acequia y en calzoncillos. Y a jugar otro Mata Gente con la pelota, mismo waterpolo. Desde la rama de un gran árbol nos tirábamos al agua como tarzanes o vaqueros de la época en una juerga interminable hasta llegar agotados a la casa listos para almorzar. ¿Listos?..¡Todos a bañarse carajooooo!.. No había ducha, a sacar agua del pozo, con bomba manual, llenar los baldes y a bañarse con jabón de pepa y para el cabello sedoso unas gotas de limón y listo. Ni en sueños existía el jabón con fórmula exfoliante en base a coco, palta o algas, y mucho menos el shampoo triple acción super mejorada para cabello clásico, liso eterno o rizos hidratados… ¿Qué mierda es eso?... ¡Ven para hacerte la raya al costado!, ¡Levanta la cabeza!, ¡Mira al frente y échate un poco de aceitillo que ahorita llegan tus tíos!...jajaja, no dejo de reírme con sólo recordarlo. ¿Acaso eso no era lo más cercano a la felicidad?.
Para el almuerzo mi papá había matado un gran borrego que como siempre mi madre cocinaría con su sazón inconfundible, juro que aunque he tenido la fortuna de almorzar en los mejores restaurantes peruanos, jamás he vuelto a probar esos sabores inconfundibles de la cocina de mi mamá. De arranque humitas de choclo de la casa con su Sangresita, seguidas al toque de un generoso cebiche de toyo con su mococho, harto ají y camotes amarillos. En el intermedio una humeante raya ensarzada para picar y comenzar a girar con sus respectivas cervezas o chicha de jora, también de la casa, según las preferencias de los invitados. Nosotros los muchachos preferíamos ver tomar la chicha para observar el descorche que hacía mi tío Hércules que había llegado invitado (así se llamaba, era el tío más musculoso y cariñoso que hemos tenido. Él era mudo, pero se hacía entender mejor que nadie cuando nos decía: …aaaraaraaputaaaaaaaa!!!), entonces agarraba la botella con una mano y con el dedo pulgar hacía volar el corcho por los aires haciéndonos creer que abría la botella con un ojo y para admiración de nosotros comenzaba con su repertorio de trucos con corchos, chapas, cucharas y servilletas, era único, lo recuerdo siempre con mucho cariño en mi corazón. Otro personaje invitado a estos reencuentros familiares era mi tío Lucho Barroso que no paraba de contarnos sus chistes colorados, unos más picantes que otros y hasta ahora, cada vez que lo veo me suelta el último de su repertorio.
Mientras tanto, el almuerzo continuaba en una mesa larguísima, alegre y entrañable. Y venía lo mejor, un auténtico seco de cordero, arroz graneado en plato hondo y frejoles con yucas.., ¡Por favor para mí con concolón!.., y se armaba la fiesta de los grandes. Un viejo y fiel pick up sonaba en toda la casa, un par de discos de la Sonora Matancera y Rulli Rendo tocaban toda la tarde, acompañados de una batería latosa que solo hacía una bulla de la patada. No sé por qué le llamaban Ritmo. El piso del comedor lucía brillante con el petróleo que se le pasaba y era el mejor escenario para que mi tía Betty y mi tío Alejandro sean los primeros en bailar al ritmo de la “Pollera Colorá”. Ahora pocos bailan espontáneamente en una reunión, para divertirse quieren DJs, con sonido electrónico y amenizarlas con bodrios como Tongo y La Tigresa del Oriente.
Y la cosa seguía, la tarde era nuestra, nos aprovechábamos del pánico, más propina de los tíos y corriendo hasta los Toldos que llegaban para la fiesta. A comer buñuelos, cocadas, chancaquitas, suspiros, alfeñiques y todo lo que se pueda ya que eso no se repetiría por lo menos hasta el verano. Nos ubicábamos al fondo del Toldo preferido para jugar, comer, apostar y escuchar música en la Rockola RCA que funcionaba con monedas. Un sol, una canción. Infaltables: B5 “Recuerdos de una noche” de Los Pasteles Verdes, A6 “Dale Duro” de Los Mencos, D7 “El último tren a Londres” de Electric Light Orchestra, K2 “Me dices que te vas” de Iván Cruz, M10 “Hola Soledad” de Rolando Laserie, R9 “Entre Rejas” de Lisandro Meza, C8: “Samba pa´ti” de Santana y muchas más, en todos los géneros. Eran placeres y cosas simples de la vida las que nos hacían tan felices. No se necesitaba seguridad, ni guachimanes ¿guachi…qué? o fortachones del 911, para los faltosos estaban mis patas los bronqueros, los verdaderos faites, un sólo silbido y aparecía sobre la mesa el Loco Kerosene, el Mocho Dante, o el Loco Alfredo, ¿Algún problema? y se arreglaba el asunto, aunque en algunos casos más bien se descomponía todo, jajaja.
¿En la noche vamos a bailar?... ¿A dónde?... ¡A la Piscina pues gafazos!... ¡Hoy toca el Sonido de los Hermanos!... y otra vez la pregunta: ¿Nos darán permiso? ¡Ya pues papito no seas malito!, ¡Por favor mamacita, venimos temprano, vamos a ir todos juntos, yo cuido a mis hermanas!… ¿Yo cuido? jajaja. ¡Ya está bien, pero vienen antes de las 12!... ¿Antes de las 12? Cómo me río solo. Quien lo hubiera imaginado, hoy mis hijos a las 12 recién están saliendo a la fiesta, y nada de ¿Papá por favor puedo ir?, eso ya no existe, ya fuiste, ahora sólo te dicen a secas ¡Pá, ya vengo!. Si le hubiera dicho eso a mi viejo, me volteaba la cara de un lapo. Pero que importaba eso, una vez en la fiesta, todo era felicidad, la mejor música, salsa dura de la buena y cumbia elegante, esperando con ansias que toquen la balada pegajosa para bailar con esa flaquita linda, abrazarla por un instante, sin apretar mucho, tocarla sin decirle nada (¡que babosazo!), oler su perfume Max Factor y suspirar, solo suspirar, con la esperanza de que algún día caerá. Entonces había que trabajar mucho, había que declararse, escribirle no sé cuántas cartas, pasar frente a su casa ocho mil veces, mirarla de lejos en la Plaza de Armas, buscar un o una alcahuete, mandarle regalitos y después de varias lunas y una copa de guinda, decirle a boca de jarro: ¡Sabes, quiero estar contigo!... escuchando casi inmediatamente como un susurro contenido ¡Yo también!... ¡Ya pues vamos atrás del Cine!. Era el fin del romanticismo, tanta vaina para eso, jajaja… Allí atrás del Cine Sevilla, escondidos en un viejo poste, llegaban los besos primariosos… jajaja… era el sitio más oscuro de la calle y no importaba que se sintiera un fuerte olor a pichi, porque la emoción de unos enamorados al paso y el aroma de ella eran más fuertes que todo. ¡Pero no le cuentes a nadie ah!... ¡Sino ya no me junto contigo!.. jajaja. Qué tiempos inolvidables.
La cosa era, que del baile todos regresaban felices con sus amores fugaces, en dos horas Cupido había trabajado como nunca. Mi primo había chapado con mi prima, mi prima se había enamorado del Zorro, mi otro primo había agarrado con la vecina, mi pata le había sacado plan a mi hermana, mi hermano se había levantado a La Pancha, y yo chape y chape atrás del cine… jajaja. Tanta palomillada junta que lo que más me da cólera no es haberlas cometido, sino el no poder repetirlas. Si, ya lo sé, por supuesto que la fiesta era mucho más que todo lo contado. Con increíbles fuegos artificiales, una inmensa procesión que llenaba las angostas calles, con coloridos carruseles, con el Circo Ringlyn, Gran Verbena con el Cholo Montenegro en el antiguo mercado y un partidazo entre el Unión y la Alianza en el Julio C. Brito. Eran los años maravillosos. Se vivía sin prisa, nada de disparates como estrés, anorexia, bulimia, liposucción, siliconas, rinoplastias, conducta bipolar, terapias sensoriales, tendencias depresivas, o incompatibilidad de caracteres, palabrejas inventadas sólo para hacer la vida más complicada de lo que es. ¿Qué será de nosotros después?
Y sin que la llamen llegaba la tristeza, mis primos y mis tíos volvían a Lima, con más abrazos, más besos, más gorditos, muchos tamalitos y muchas lágrimas… ¡Papito, no seas malito, un día más por favor!... seguido de unas rabietas de la pitrimitri. Casi cuarenta años después, aún tengo la esperanza que estos tiempos puedan volver., si no es en ésta tal vez en la otra vida. Pero ahora me doy cuenta que he aprendido que las cosas pequeñas y cotidianas son las que hacen la vida tan espectacular. Estoy seguro que mis recuerdos son muy parecidos a los de todo sampedrano, al fin y al cabo, la vida es un sueño, si te despiertas, cierra los ojos y vuelve a soñar. No es fácil encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que siento, pero es bueno saber que recordar viene del latín re-cordis: que significa volver a pasar por el corazón. Tal vez ahora no me vean en la Fiesta de San Pedro, pero ya saben que mi corazón por un momento estuvo allí. ( fchirinosp@yahoo.com ).
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